Cuando se habla de educación emocional, y aún más cuando nos referimos a una pedagogía del amor y de la ternura, puede existir la tentación de reblandecer su sentido, de pensar en una visión ñoña de la vida y de la educación, una visión en la que alumno y profesor son extrañados de su realidad, inmersos en un limbo edulcorado desprovisto de todo conflicto. Es por eso que pienso que está bien recuperar el pensamiento y la figura de Paulo Freire para contextualizar teóricamente está pedagogía de las emociones, del amor..
Algunos, en vez de hablar de la pedagogía del amor, prefieren hablar de la pedagogía de la ternura para enfatizar ese arte de educar con cariño, con sensibilidad, para alimentar la autoestima, sanar las heridas y superar los complejos de inferioridad o incapacidad. Es una pedagogía que evita herir, comparar, discriminar por motivos religiosos, raciales, físicos, sociales o culturales. La pedagogía de la ternura se opone a la pedagogía de la violencia .
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